lunes, 29 de junio de 2009


Y ya por fin si miro algún espejo
se digna a devolverme la mirada
no sin antes reírse
de mi actual aspecto
como si no entendiera
lo lánguido y febril
del sufrimiento.


Y no sabe el espejo
del lento gotear de la clepsidra
inexorable
que acompasa los pasos del camino del olvido.

¡Qué sabrán los espejos!
¡Cristal lleno de envidia y de miseria!
y es mi propio reflejo que se ríe
de mi terrible estado
el que no sabrá nunca
de la triste alegría
de los besos.

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