domingo, 8 de febrero de 2009

La Determinación


El estrépito casi no nos dejaba oír la voz enardecida de los marineros que había en cubierta ni la campana que tocaba el vigilante de cofa. Un marinero subió como pudo al puente de mando, armado sólo con un mosquete. Lo primero que vio fue como un cañonazo partía en dos el palo de mesana, que cayó rasgando la vela de gavia, lo que daba al traste con toda posibilidad de huida aún siendo la corriente favorable. Después observó cómo otro proyectil derribaba a un grupo de desertores que luchaba por botar una de las chalupas de exploración.

Ese marinero, ciertamente, había dejado hace tiempo de ser un miembro más de la tripulación para ascender primero a contramaestre y a capitán del navío después, y aunque todo capitán debe hundirse con su barco, el nuestro tomó la determinación de huir, porque de allí huían hasta las ratas.